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Cuando los niños se sientan alrededor de la mesa familiar es más fácil controlar la cantidad, calidad y variedad de alimentos que consumen. Por su parte, los adultos debemos cultivar hábitos alimenticios adecuados como pedirle que acabe todas las verduras del plato o comer una fruta como postre, en lugar de cualquier snack industrializado.
Además de compartir una dieta más equilibrada y nutritiva, comer en familia también favorece las relaciones sociales1, el rendimiento escolar2 y disminuye los problemas psicosociales de niños y adolescentes.3, ya que permite crear vínculos emocionales, iniciar una conversación y saber cómo les va a tus hijos en su día a día, ya sea en la escuela o con sus amigos.
Comer en familia puede parecer casi imposible. Sin embargo, todo es cuestión de saber organizarte. Establece un horario flexible para que todos los miembros de la familia puedan desayunar, almorzar o cenar juntos; puedes comenzar los fines de semana, involucrando a los niños en el proceso de compra y preparación de los alimentos, y recuerda apagar el televisor y alejarte de los teléfonos celulares que dificultan una buena conversación cuando estás con tus hijos.
Fuentes: